martes, 26 de febrero de 2008

EL DEBATE DONDE NADIE DEBATIÓ


Algún desconocido al fondo de la oscuridad decidió, como Dios, que ya era hora de encender la luz y explicar al mundo -sobre todo a los españoles que para eso somos los que soportaremos durante cuatro años a un señor con el que tendremos que comer y cenar, lo digo por los telediarios, y desayunar también, si se tercia-, las ideas, propuestas y promesas de dos señores, candidatos ambos a la presidencia de España.

Y digo bien, “al mundo” porque por lo visto el evento se retransmitió a todos los rincones del planeta, a través de televisiones, radios, y como no, internet. Aunque mucho me temo que la audiencia mundial seguramente no sería nada abundante, porque dudo, y que me perdonen los realizadores y hacedores del invento, que interesen gran cosa estas cuestiones, protagonizadas además por un pequeño país al sur de Europa. Vamos que, como mucho, una reseña en algunos diarios internacionales y para de contar.

Y la luz se hizo. Y entraron por una puerta lateral tres figuras entrajetadas, encorbatadas y casi, casi, encorsetadas, a juzgar por las caras de circunstancias que tenían; si es que parecían novatos con cara de dolor de barriga a punto de examinarse.

Tres, fueron tres, como los Reyes Magos de Oriente, aunque sus presentes no eran precisamente oro, incienso y mirra, sino promesas, reproches y descalificaciones, porque de todo hubo, y mucho más, aunque de forma muy comedida y sin perder los papeles, que se dice; adornado con insultos, mentiras disfrazadas, y un ir y venir de láminas llenas de estadísticas de todo tipo, con barras de colorines que anunciaban maravillas y desgracias, según lo presentara uno u otro candidato. Porque allí es que no casaba nada, parecía que ambos hablaban de mundos diferentes, como si no estuvieran representando la misma película.

Eran tres, sí, porque en el medio, como un rancio Gaspar, intentando poner orden y disciplina y que los interlocutores respetaran tiempos y modos y formas, en otras palabras de que la sangre no llegara al río, estaba un moderador, con más miedo si cabe, que los propios protagonistas y más tieso que un palo de escoba que se limitó a explicar al principio como se desarrollarían los temas y pequeñísimas intervenciones simplemente para dar la palabra a uno u otro y darles un poco de jabón de paso, agradeciéndoles que fueran tan considerados con la audiencia hablando justo los minutos y segundos –escrupulosamente medidos por controladores de baloncesto con el cronómetro en mano-, que tenían concedidos cada uno.

Por lo demás, el debate tan esperado fue: frío, aburrido, decepcionante porque no dijeron nada nuevo, largo y corto a la vez, porque faltó tiempo para hablar de todo y también sobró tiempo porque repitieron y se repitieron en lo de siempre. Cada uno se montó su película como le pareció y la presentaron sin contar con el contrario. Prácticamente no discutieron, no entraron al trapo, no se acaloraron, ni siquiera “sudaron la camiseta”. Vamos, que se diría que los dos iban por libre, con los deberes bien hechos, que para eso están los asesores y los ministros, etc, para prepararles los ejercicios y con los guiones bien escritos para no tener que improvisar sobre la marcha, que eso puede ser peligroso en campaña, que cualquiera tiene un lapsus y entonces, adiós muy buenas.

Resumiendo: Llegaron, se dieron la mano casi a regañadientes, posaron para la foto, hablaron y se despidieron, y se largaron cada uno por su parte rodeado de su corte “celestial” y con sonrisa de decir: “Soy el mejor y voy a ganar”.

Entonces algún desconocido al fondo de las sombras decidió empezar a recoger sus bártulos y apagar la luz del plató, quizá preguntándose si habría merecido la pena montar todo el escenario para esto, y allí en medio de la oscuridad quedó la mesa de proporciones totalmente simétricas en espacio para cada contertulio, las sillas rectas, no giratorias y sin reposabrazos situadas exactamente a la misma altura, las cámaras, dos por cada uno de los candidatos colocadas de la misma forma para enfocar siempre el mismo plano y el aire acondicionado que poco a poco iría enfriando un ambiente programado para estar a una temperatura constante de 21º .

Se acabó la función y una se quedó pensando si había merecido la pena toda la parafernalia que se montó, todas las expectativas que se crearon, todos los avisos de clarines y trompetas, todos los voladores que se lanzaron anunciando la “fiesta de la democracia”…

Y una servidora, aunque sé que no van a hacerme caso, pero el derecho al pataleo no me lo quita nadie, llegó a la siguiente conclusión: “Señores candidatos a Presidente de mi país, el espectáculo no ha sido como me prometieron así que les pido que me devuelvan el dinero que me quiero ir a mi casa”.

Emma Rosa

domingo, 17 de febrero de 2008

EL "ARTE" DE SACAR LA BASURA


¿Sabían ustedes que depositar las bolsas de la basura en la calle puede ser un arte? Quizá les resulte un tanto extraño, a mí personalmente me parece una tontería, pero al parecer los señores que exponen en Arco que es la Feria Internacional de Arte Contemporáneo más importante de Madrid, pues no piensan lo mismo que yo, y claro, ellos son los expertos y los que saben de esto. Así que una menda que sigue pensando que apilar unas cuantas bolsas de basura no tiene ninguna ciencia pues se limita a comentar la noticia, y a reírse un poquito de paso. Si es que…¡Lo que hay que ver, caramba!

Verán, estimados lectores, en dicha Feria, que también hay obras de auténtico arte, ¡faltaría más!, hay cada lindeza que alguna es digna de mencionar por lo absurdo de su contenido. ¿A qué me refiero? Pues ni más ni menos a una de las “obras” allí expuestas: “En una esquina de una sala hay varias bolsas de basura colocadas en el suelo”, y no se crean ustedes que están vacías, no, llenitas del todo y bien atadas, eso sí. Digo yo, que el contenido de dentro será de eso que llaman de atrezzo, o sea de mentira, porque si la exposición dura una semanita, ya me contarán a mí quien se acerca por allí el último día. Y supongo que habrán avisado a las señoras de la limpieza, no vayan a destrozarles el invento y dejar el rincón de marras vacío y limpio como los chorros del oro, a no ser, que hayan instalado una alarma que pitorree de lo lindo si alguien osa tocar semejante maravilla producto de la creatividad de algún artista de “gusto exquisito”, porque la verdad es que la muestra tiene una “plasticidad” impresionante, porque plástico, lo que se dice plástico lleva bastante, digamos que es el material principal con que está hecha, lo que no quita para que sea, cuanto menos original, ¡ups! por decirlo suavemente.

Bueno, pues esa es una de las estupendas novedades de este año. Y es que el arte evoluciona que da gusto. Cada vez es más asequible al pueblo llano, ¿verdad? Porque hay veces que una, por más que intenta buscar el sentido a un cuadro o a una figura no sabe por donde empezar, pero no me negarán ustedes que a unas bolsas de basura, es muy fácil encontrarles el puntito necesario de comprensión que conlleva en sí mismo. ¡Hale, ahí queda eso!

Sobre todo, cuando una servidora está tan acostumbrada a sacar la basura diariamente. Ya ven ustedes, qué desperdicio, yo haciendo cada noche una obra de arte y sin saberlo, caray. Ah, y encima la de verdad, nada de mentirijillas, oiga, la auténtica, la interactiva que se dice ahora. En otras palabras se puede decir que estoy interactuando con la naturaleza integrando la propia obra de arte en su entorno natural, hasta que llegue el camión y se la lleve, claro.

¡Ay! Miedo me da que se enteren mis hijos, porque se negarán a sacar la basura alegando que no quieren privarme a mí de ese placer de diseñar y construir mi propia obra de arte cada día.

Así que ya saben ustedes, cuando les de pereza realizar alguna tarea doméstica parecida piensen que están haciendo arte y disfruten de su creatividad, que quien sabe si el año que viene me verán a mí allí fregando los platos o algo parecido… Eso sí, con mucho arte.

¡Ay Señor… Lo que hay que oír…!

Emma Rosa

lunes, 11 de febrero de 2008

SEÑOR MINISTRO: ¡NO ME TOQUE LAS... "CAMPANAS"!


¡Ay, Señor… Lo que hay que oír…!

Bueno, no piensen ustedes que me he equivocado y que ya no hay artículo, pero es que lo de hoy es tan… ¿? Es que ya no sé como calificarlo, como dicen las niñas pijas: “¡Qué fuerte!”

Y es que este Gobierno nuestro de cada día parece que está jugando al ¿Cómo voy a sorprender hoy al personal? Y discurre, ¡uhhhhh, que si discurre! Y esas ocurrencias son, a veces, de lo más ocurrentes (valga la redundancia, que se dice) o eso es lo que se creen ellos, claro. Piensan como hombres, y se quedan tan panchos y tan anchos después de decir las gili…s que dicen.

Sólo a un “señor” ministro de Sanidad se le ocurre clasificar a las mujeres, físicamente hablando, en tres tipos según su constitución. A saber: “Campana, cilindro y diábolo”. ¡Hale, y ahí queda eso! Palabra de ministro, que no es palabra de Dios, pero para el caso, como si lo fuera.

Miren ustedes, yo estoy que no quepo en mí, no sé si es por la incredulidad que siento después de haber escuchado semejante ¿desvarío? O por la consternación que me produce el saber que realmente la noticia es cierta.

Por otra parte, la angustia me corroe sólo de pensar que dentro de poco va a empezar la primavera y que una va a tener que ir a comprar ropa. Si ya antes de “esto” era un suplicio ir a buscar las prendas en la sección de tallas grandes, porque hoy día, a cualquier cosa llaman tallas grandes en las tiendas. Veamos, tu entras en el local y empiezas a mirar ropa, y revuelves y compruebas los tamaños.., y entonces viene una señorita y te dice muy amablemente pero con cara de sorna: “Perdone, señora, la sección de tallas grandes está allí”, señala con el dedo acusador el último rincón del establecimiento; escondido al fondo junto a los probadores, se apiña un grupo de prendas, como si estuvieran marginadas, oye, como si fueran de segunda categoría o algo parecido y no te queda más remedio que ir, cabizbaja, a la susodicha sección o marchar, indignada, sin nada y pensando, “ésta se va a enterar, mañana mismo me pongo a régimen y dentro de un mes vuelvo y me compro toda la ropa que me de la gana sin tener que ir a las tallas grandes”. Una estupidez, por supuesto, porque aunque lo consigas, esa señorita no se va a acordar para nada de ti por mucho que tu te empeñes en decirle que antes usabas una talla enorme, pero que ya no. Ya ves lo que le va a importar a ella el asunto.

Pues les decía a ustedes, que si antes era un suplicio, ahora ¿qué va a serrrr? Un martirio chino, por lo menos. Porque, vamos a ver las opciones: Las prendas estarán diseminadas por la estancia en tres grupos distintos. O sea, uno pondrá campana, otro cilindro y otro diábolo. Y digo yo, después también habrá otra parte que ponga “tallas grandes de campana, o de cilindro, o de diábolo”. Porque hay campanas, campanonas y campanitas, ¿o no? Y con los cilindros y los diábolos pasa lo mismo. Y encima, antes de ir a comprar hay que saber a qué categoría pertenece una menda, qué menos, oye, que saber si repicas, ruedas o giras.

¡Uhhh, vaya lío! Mire, señor ministro, yo si fuera usted me replantearía la cuestión porque sepa que tiene a todo el mundo en contra, las mujeres aquí, en este país nuestro y gracias a las ocurrencias de a saber quién, estamos hartas de tanto machismo, si antes se nos consideraba a veces como “mujer objeto” en muchas situaciones, fíjese ahora con semejantes calificativos. Las dependientas de las tiendas van a acordarse a menudo y malamente de quien inventó esa idea disparatada, y las gorditas o sea las “campanas” imagínese usted lo que van a pensar y a decir…

¿Qué pasaría por ejemplo si nosotras les clasificáramos a ustedes, los hombres, según el tamaño en badajo, botellín y peonzo, por ejemplo? Les gustaría eso, eh, señores; pues ya saben: “o aquí jugamos todos o rompemos la baraja”.

Campana, cilindro y diábolo… Y en sus casas, señores pensantes del Ministerio de Sanidad ¿Cómo se califican sus señoras esposas, hijas, madres…? Me encantaría saberlo, caballeros.

¡Ay… Señor… Lo que hay que oír…!

Emma Rosa

domingo, 3 de febrero de 2008

PREDICAR CON EL EJEMPLO

Empezaré este artículo diciendo que estoy cabreada, muy cabreada.

¿Quién tiene la culpa? Pues la culpa de mi enfado la tiene un cura de pueblo. No, no se crean ustedes que yo estoy enfadada con el párroco, no, no es eso.

Se trata de una noticia que oí antes en el telediario: En un pueblo español, no sé su nombre pero no importa, porque podría ser cualquier localidad de ésta, nuestra geografía.

La noticia es: “que a un hombre, un buen hombre seguramente, su párroco le prohibió llevar en la procesión a La Virgen de la Candelaria”. El motivo que alega el cura es que está separado y vive “en pecado” con otra mujer. El pobre señor tiene un disgusto impresionante porque lleva haciéndolo muchos años y es una de sus mayores ilusiones.

Y yo me pregunto: ¿Es justo esto? A mí me parece que no, la verdad. Quizá este parroquiano es un hombre honesto, que cree en Dios, que, incluso, a lo mejor va a misa los domingos, y ahora resulta que porque su matrimonio no ha funcionado y está viviendo con otra mujer sin casarse no puede sacar a pasear a su Virgen.

Me parece tremendo, me parece un abuso por parte del clero tomarse estas licencias, ¿acaso piensan de verdad, estos sacerdotes que todo lo llevan a rajatabla, que Dios o la misma Virgen se van a ofender?

Igual habría que recordarles a estos “religiosos caballeros” aquella famosa frase que dijo Jesús: “El que esté libre de pecado que tire la piedra”, porque a mí me encantaría comprobar cuantos representantes de la Iglesia estarían dispuestos a tirar la piedra sin miedo, o sea, con el total convencimiento de estar absolutamente libres de todo pecado.

Luego se quejan de que va poca gente a la iglesia, y menos que irá a este paso, porque más que la casa de Dios, yo diría que se está convirtiendo en la casa del cura, donde él hace y deshace lo que le da la gana, y donde cierra la puerta a quién considera que no merece entrar. Es decir, todo lo contrario de lo que en verdad debería hacer, vamos a ver, se supone que es la casa de todos los católicos, al menos, y que deberían atraer a las “ovejas descarriadas” no alejarlas, y comprender y consolar a los “pecadores”.

Y sin embargo, al que se desmanda un poquito lo rechazan, casi, casi, le dan le dan la excomunión; eso sí, a los ciudadanos corrientes y molientes, o sea a los del pueblo llano, porque cuando se trata de famosos: actores, deportistas, políticos o gente con influencias y con dinero estos “pecados” de estar separados, divorciados o vivir con otra persona sin haber pasado por la vicaría, a ésos, repito, no se les tiene en cuenta, no se les rechaza, ni se les dice que ellos “no merecen” o “no son dignos de”. Noooooo, a ellos les dedican sonrisas y parabienes y por supuesto todo lo que pidan, porque la Iglesia en esos casos es muy comprensiva y no pone pegas y concede nulidades a diestro y siniestro, para que se puedan volver a casar por el rito católico y no vivan en pecado, ¡faltaría más!, no importa que lleven un montón de años casados, ni que tengan hijos; mientras tengan dinero para pagar “las tasas” y hagan donativos, pues solo necesitan alegar cuatro tonterías y ¡hale hop!, nulidad concedida, matrimonio no válido “a los ojos de Dios”.

Menuda farsa que se están montando estos señores del clero, repartiendo injusticias y vendiendo falsedades, si se dedicaran a lo que debieran dedicarse, a entre otras cosas a la caridad cristiana y similares, otro gallo nos cantara a todos o, lo que es lo mismo, todos saldríamos ganando si ellos fueran los primeros en predicar con el ejemplo, y nunca mejor dicho.

Por todo eso y mucho más estoy cabreada hoy, porque cuando oí esa noticia y vi la cara del pobre hombre me dije a mí misma: ¡Ay, Señor… A veces… Lo que hay que oír…!

Emma Rosa