domingo, 23 de diciembre de 2007

DE HÁBITOS Y CALENDARIOS Y VICEVERSA

Está a punto de llegar otra Navidad y el año también está dando sus últimos coletazos, y todos, o casi todos, nos empezamos a comer un poco el coco con la promesa de hacerno buenos propósitos para el nuevo año. Quien más y quien menos ya “tiene decidido” que es lo que va a empezar hacer, o lo que va a dejar de hacer.

Pongamos ejemplos: “Dejar de fumar”. Ya sé que es lo típico y que es un tópico pero es una realidad, o ¿van ustedes a negármelo? No hay navidades que se precien de serlo en las que no se escuche la frasecita en cuestión, como si para dejarlo, de fumar, digo, tuviera que ser imprescindible que se acabara el año. Les puedo asegurar que ya lo he oído decir a una amiga y además está toda convencida de que lo va a conseguir. Lo cual me alegraría, por supuesto.l

Otro ejemplo: Hacer ejercicio o apuntarse a un gimnasio. También es algo que se oye frecuentemente, y así con la excusa de que en cuanto pasen las fiestas una va a hacer toda clase de sacrificios para bajar esos kilos que se pegan inevitablemente esta temporada, pues hale, una se pone morada y no le perdona la vida ni a los mazapanes ni a los turrones ni al buen vino ni al cochinillo ni a nada que sea rico, rico.

Y, por estas fechas, también, nos inundan con calendarios o almanaques; calendarios de todo tipo, de todos los tamaños y para todas las necesidades. Y ahí es, a donde quiero yo ir a parar.

Recuerdo que cuando yo era pequeña estaba de moda un almanaque que era como un libro pequeñito, cada día había que pasar una hojita y allí te encontrabas con la fecha, el santoral completito con toda la corte celestial que ese día merecía tal honor y con una frase célebre y piadosa más o menos. Éste era, digamos, el almanaque de las gentes de bien, honradas y decentes. Luego, claro, además de los publicitarios de comercios, empresas, marcas, y demás estaban los calendarios de chicas ligeras de ropa, allá casi por el tiempo de Mari castaña, para pasar a quedarse en cueros totalmente..

Afortunadamente, y para regocijo de los ojos femeninos, que no siempre van a ser ellos los que se alegren la vista ¿verdad?, ya estamos a la par, y ahora están también de moda los que salen modelos masculinos con más o menos piel a la vista.

Tenemos calendarios para todos los gustos: De bomberos, de futbolistas, de asociaciones de mujeres y un larguísimo etc, pero lo que yo nunca me hubiera imaginado hasta que lo vi en una noticia, es que hubiera un calendario de sacerdotes.

A ver, yo no digo que no sean hombres como los demás por el hecho de ser curas, que sí que lo son, pero lo de posar en plan modelo para un calendario pues no me parece que sea muy católico, la verdad, ups, y nunca mejor dicho. Es que miren una que no es de piedra, mira ese calendario y ve a esos…, ays, es que no sé como calificarlos, porque estarán con sotana y en plan serio y formal, pero la realidad es que despiertan el “morbo”, por decirlo suavemente, de quien los mira. Vamos, que esas fotografías no provocan precisamente nada casto y puro, sino más bien lo contrario…, no voy a especificar más, creo que ustedes ya me entienden, eh.

Y entonces me pregunto, ¿a quién beneficia todo este asunto? Porque el éxito de ventas, por lo visto está asegurado. Dice el fotógrafo que él es el único beneficiario y responsable y que pretende sólo dar publicidad a la ciudad y a los monumentos de Roma, una forma un poco rara, señor, yo creo que para eso hay otros métodos más católicos, buenoooo, otra vez se me escapa la palabrita. También dice que escoge curas jóvenes y guapos para demostrar que la Iglesia no solo está compuesta de personas mayores. Y yo vuelvo a preguntarme ¿y qué dicen las altas jerarquías eclesiásticas sobre este asunto? Pues yo no sé si se han pronunciado o no, tampoco sé si se limitan a soslayar el asunto como si la cuestión no fuera con ellos o no les afectara en absoluto; en todo caso a mí no me parece bien que en muchas ocasiones en las que no debería decir “esta boca es mía” sí hable, sí se pronuncie y proteste por cosas que no le atañen en absoluto y que en esta situación, y tal y como están ahora de capa caída los sentimientos religiosos de los que se supone creyentes, no tome cartas en el asunto, porque, insisto, no me parece muy católico que unos curas, vestidos además con hábitos, sean los causantes de despertar semejantes sentimientos, no religiosos, precisamente.

En fin, que hoy, la ocasión lo merece, no voy a decirles a ustedes lo acostumbrado, porque esta vez solo puedo añadir: ¡Ay, Señor… Lo que hay que ver…!

Emma Rosa

viernes, 7 de diciembre de 2007

DE RONQUIDOS Y SINFONIAS NOCTURNAS

Creo que antes de dejar aquí otro artículo debería pedir disculpas a mis lectores, suponiendo que aún me quede alguno, que después de este parón de tanto tiempo sin aparecer ni decir “esta boca es mía” pues bien me tendría merecido que ahora no se dignara entrar nadie a leerme.

Bueno, estimados lectores, ¿hay alguien por ahí…? En fin, diversas causas y motivos personales me han impedido seguir escribiendo esta temporada. Como son asuntos tristes no voy a contarles nada, que ustedes bastante tendrán con sus propias penas, problemas, tristezas, etc, para que ahora venga yo a hablarles de las mías.

Así que, corramos un tupido velo y entremos en materia. Y ahora, me preguntó yo, ¿de qué les hablo?

Aysss, que llevo un rato pensando… Claro, esto me pasa por la falta de costumbre, que estoy casi tan nerviosa como si fuera lo primero que les escribo. Me siento como las novias de ahora el día de la boda, más bien la noche de bodas, que después de vivir varios años con su novio, de repente deciden casarse y esa noche están temblorosas como flanes. ¿Ustedes lo entienden? Yo no, la verdad, eso es lógico al principio de la convivencia, cuando todo es novedad, pero una vez “roto el hielo” y cuando ya estás acostumbrada a despertarte al lado de alguien, incluso a aguantarle sus ronquidos, que de vez en cuando, pues, todos montamos nuestra sinfonía nocturna; (ahora seguro que hay alguien por ahí que dice: ¡Yo no ronco!) Pues me parece muy bien, oiga, suerte que tiene su “costilla” pero de todas formas eso tendría que ratificármelo su compañero o compañera de cama porque nadie se oye roncar, es decir, uno puede roncar ferozmente y no saberlo. Y además, ¿se han fijado ustedes? Todos tenemos tendencia a decir que no roncamos, siempre que sale el tema, en una reunión de amigos o similar, lo más frecuente es que cuando alguien le dice a su pareja que “tu roncas, cariño” (así por decirlo suavemente) la otra persona le contesta como ofendido: “Yo no ronco, cariño, la que roncas eres tú”. Vamos, que ahí y a lo tonto se puede montar un pollo, y todo por unos ronquidos de nada.

Bueno, seamos sinceros, molestar, molestan; fastidian, y mucho, sobre todo cuando una no puede “pegar ojo” y está en un sinvivir, mejor dicho en un “sindormir” y tiene al vecino de colchón disfrutando como un loco de un sueño reparador, si además ronca, ya es un incordio total y si además de eso hace ruiditos de placer o suspira, pues una se mosquea ya, hasta límites insufribles, y piensa que encima de no poder dormir y tener que estar aguantando los “ruidos” del otro y contemplar su placidez, para colmo intuyes que está teniendo unos sueños de lo más “sugerentes y placenteros”, pues eso ya es el remate final para terminar de jod… Entonces solo quedan tres opciones: O te mueves, te retuerces y haces todo tipo de filigranas hasta que se despierta, (esto es una faena, ya lo sé, pero es que hay que vivirlo y sufrirlo para entenderlo y para disculparlo). Una segunda opción es levantarte en silencio, irte al salón a ver la tele, a tomar un vasito de leche, etc, más que nada para relajarte un poco. Y otra tercera opción es escuchar atentamente por si se le escapara alguna palabra, algún nombre o algo así, para saber qué es lo que se “cuece” en su cabeza en esos momentos.

¡Mmm… Ven ustedes!, ya me he desviado del tema y me he ido por otros derroteros. Les hablaba yo de que no entiendo porqué se ponen nerviosos los novios hoy en día, en mi época sí, porque entonces no se llevaba eso de vivir juntos y una se casaba con un montón de interrogantes e incógnitas chispeándole por dentro, entre otras cosas la falta de experiencias en todos los sentidos, ¿cómo no nos íbamos a poner nerviosas? Recuerdo el caso de una amiga mía que se casó tan casta y pura que luego le resultó el marido impotente, pobrecita, el calvario que tuvo que pasar hasta que le anularon el matrimonio por no consumación, después se volvió a casar, y afortunadamente es muy feliz, pero esta vez ya se aseguró antes de ir al altar de que “la cosa” funcionara bien y sin problemas, por si acaso el príncipe azul le volvía a salir rana, claro que hoy día con lo que va por el mundo nada ni nadie está garantizado y tu príncipe, por muy hombre que sea, se te puede volver rana en cualquier momento, si se le cruzan “las neuronas”, por ejemplo.

Mejor es, pues, tocar madera y pensar que esas cosas sólo les pasan a los demás, ¿verdad? Bueno, ya ven ustedes al final he terminado hablándoles de ronquidos y demás sinfonías nocturnas, y es que hay noches en las que una se dice a sí misma aquello de: ¡Ay, señor… Lo que hay que oír…!

Emma Rosa