sábado, 30 de junio de 2007

DE BANCOS Y MÁS BANCOS

La mayoría de las noticias que oímos a diario son alarmantes, tristes, terribles, incluso terroríficas. Por eso cuando escuchamos alguna amable, que nos hace sonreír y pensar que, después de todo, la Humanidad no está tan deshumanizada como pudiera parecer, a esta servidora se le alegran los oídos y hasta parece que le bailan los lóbulos de las orejas de regocijo.

Bueno, pues una de estas noticias amables la escuché ayer en una entrevista, se trata del Banco de Tiempo. Yo, la verdad es que conozco muchos tipos de bancos, aparte de los de sentarse, claro, están los de dinero, de datos, de sangre, de ojos, de peces…, pero de tiempo, nunca lo había oído hasta ahora.

Un Banco del Tiempo es, básicamente, un grupo de personas que trabaja para ayudar a los demás, desinteresadamente. Es decir la moneda de cambio es una medida de tiempo, que se traduce en horas, donde tú ofreces una serie de servicios a cambio de que otra persona te ofrezca a ti los suyos. Una especie de trueque, vamos; los que quieren apuntarse solo tienen que dar los datos y decir que habilidades y gustos tienen; por ejemplo: Yo sé contar cuentos, me gusta leer en voz alta y charlar con personas mayores. Tú eres un manitas y sabes arreglar enchufes, barnizar puertas, restaurar etc. A otro se le da de maravilla arreglar todo tipo de papeleos y pelear con funcionarios en Organismos Oficiales. Y así hasta una lista interminable de actividades para intercambiar. Yo invierto dos horas en hacer algo por alguien, me lo apuntan en una cartilla y otro día que yo necesite algo determinado pues lo solicito y ya está, así de simple.

Lo comento porque me parece una iniciativa muy bonita, en esta sociedad, donde, sin dinero, parece que no llegas ni a la vuelta de la esquina, el que te vengan a hacer un trabajo gratis suena como a estafa, verdad, sin embargo existe y es una realidad, aunque otro día seas tú el que tengas que hacer algo gratis por los demás. A mí, sinceramente, me encanta la idea.

Otra de esas noticias buenas, es la aprobación en el Congreso de la Ley de la Lengua de Signos y de Medios de Apoyo a la Comunicación Oral. Supongo que es un gran avance para este colectivo de personas que, barrunto yo, que estaban un tanto olvidados. Ahora podrán acceder seguramente de forma más fácil a la cultura, a la educación, a mejores puestos de trabajo, etc. También al parecer hay cada vez más personas interesadas en estudiar esta lengua y convertirse en intérpretes. Y precisamente ésto, como comentaba jocosamente, una chica sorda: “a veces puede ser una incomodidad, porque antes podía estar con un amigo “charlando” en un bar y nadie se enteraba de lo que “hablábamos”, pero tenemos que empezar a tener cuidado porque ahora ya hay mucha gente alrededor que te puede entender”. Y, es que, claro, digo yo, que nosotros los hablantes, podemos bajar la voz y los de la mesa de al lado no se enteran, pero dos personas que solo pueden comunicarse con gestos y signos ¿cómo pueden “hablar” bajito? Sólo se me ocurre que se pongan de espaldas a todos, o sea de cara a la pared, ups, no sé, nunca me lo había planteado.

Y ya para terminar, este artículo, quiero hablarles de la publicidad y de la imaginación de los publicistas: Me llega al correo un folleto de un Banco, éste sí de dinero, faltaría más, para que lleve allí mis ahorrillos; dan pon sentado que los tengo y yo pienso que son muy optimistas, pero bueno sigo leyendo a ver que me ofrecen: “un tratamiento antiestrés”, vaya no está mal, una piensa que le van a regalar una estancia en un balneario o al menos una tarde en una clínica de masajes de ésas que dicen que sales como flotando de tan relajado que te dejan, pero nooooo, error y horror, a quién ofrecen el tratamiento antiestrés no es a mí, sino… ¡A mi dinero! Lo primero que pienso es que he leído mal o que me están tomando el pelo, pero releo y confirmo que dice lo que dice: “Regale a su dinero un tratamiento antiestrés”, o sea que además se lo tengo que regalar yo. Ay, Señor, ¿para qué quiere el dinero un tratamiento así? Yo que creía que sólo nos podíamos estresar los humanos y los animales, o incluso las plantas, pero no las cosas. ¡Jolines!, ahora lo miro todo con otros ojos, la próxima vez que se me peguen las lentejas pensaré que se queman por culpa del estrés y me sentiré culpable.

En fin, que a mí no me importaría tener mucho dinero aunque estuviera estresado que ya me encargaría yo de relajarlo, ya… Me lo llevaría conmigo de compras, de viaje, de vacaciones, nos desestresaríamos juntos por el mundo y seríamos tan felices…

¡Vivan los Bancos y la publicidad!… ¡Aysss!, a veces… Lo que hay que oír…

Emma Rosa

sábado, 16 de junio de 2007

SOBRE EL DESTINO Y LA PILDORA ANTI-REGLA

Estoy convencida de que muchas veces en la vida las cosas no suceden por casualidad. Es decir, que cuando esperamos inútilmente un resultado que deseamos, pero que no llega a producirse, es porque de alguna manera el destino nos está avisando, como si nos dijera: “mira, que luego te vas a arrepentir, piensa bien si esto es lo que quieres realmente, asegúrate antes”.

¿Por qué empiezo hoy ésta “artiopinión” (ya sé que esta palabra no existe, pero como me la acabo de inventar y el blog es mío, pues ahí se queda) de una manera tan filosófica? Pues tiene muy fácil explicación.

¿Se acuerdan de lo que escribí sobre mis quejas a Telefónica porque no acababan de venir a reinstalarme la línea y a ponerme el Imagenio de marras? Pues miren ustedes por dónde, ahora me alegro de que hubieran tardado tanto, ya que gracias a eso me dio tiempo a informarme bien de algo que no me habían dicho. Vamos, que ya no quiero el Imagenio, ni regalado. Resulta que el invento está bien, tiene muchos canales y todo eso, peroooooo…, tiene un defecto gordísimo: sólo envía una señal, o sea - por poner un ejemplo-, que si alguien en el salón está viendo el canal 22 y yo estoy en la cocina y quiero ver el canal 35, pues no puedo. No señor. Tengo que ver, por narices, el 22, o cualquiera de los seis, siete u ocho nacionales, que ésos por lo visto no cuentan, digo yo que será porque son los gratuitos, y claro ya se sabe que lo que es gratis o regalado es como si tuviera menos importancia que lo otro.

Se imaginan ustedes, menudo lío en casa. Habría poco menos que una guerra diaria. Me imagino a mi marido, que es un entusiasta de las películas de guerra y acción, atrincherado en el salón los fines de semana, con el mando agarrado como si de un salvavidas se tratara, y el resto de nosotros condenados a ver lo mismo, sabiendo, -y es otro ejemplo- que en el 35 hay una película estupenda y en el 48 están echando el concierto que quiere ver la niña.... Uhhhh, no lo quiero ni pensar, hubiera sido mucho peor que ahora; con Telecable no tenemos tantos canales pero al menos sí que se puede ver en cada televisor el que tu quieres.

En fin, que agradezco públicamente al “Destino” el favor que me ha hecho.

Y dicho esto, pues el tema ya queda zanjado, al menos de momento. Pero no quería terminar yo, hoy, con estas cuestiones un tanto aburridas, sino que quería hablar de otro invento recién inventado –perdón por la redundancia- (eso me lo enseñaron en el instituto cuando hacía bachiller, y nunca supe por qué había que pedir perdón por eso, pero me quedó la costumbre), bueno, les hablaba del nuevo invento de la comunidad científica y de las Farmaceúticas en general, que yo creo que es de ahí, de donde vienen los tiros: “La píldora anti-regla”.

A mí, tengo que decir sinceramente que me asusta muchísimo esta noticia. Pienso que “el periodo” (cuando yo era jovencita se decía así, era como más fino, una tontería más de aquellos tiempos) es tan natural en las hembras-mujeres, como el quedarse embarazada y tener hijos.

¡Vaya!, está claro que “esos días del mes” no son precisamente agradables ni placenteros. Dejémonos de milongas: ¡son un auténtico coñazo!, pero una se acostumbra, qué remedio; pero. de ahí, a querer suprimir todo el proceso de un plumazo, me parece un asunto muy delicado; peligroso, porque quién sabe que resultados a largo plazo puede tener; igual es una forma muy tonta de arriesgarse el físico, no sé, a mí me da miedo y repelús hasta pensar en ello, no vaya a pasar que sea mucho peor el remedio que la enfermedad, yo creo que en este caso es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. ¿O no?

Aysss, señores científicos, hoy me toca dedicarles a ustedes mi frase favorita: … A veces, lo que hay que oír…

Emma Rosa